Llega el verano y, con él, los remordimientos por no haber rebajado ya esos kilos, producto de una mala alimentación o de la acumulación de excesos puntuales. Con las prisas, es más que frecuente que olvidemos una serie de conceptos que harán nuestra etapa de definición peligrosa, ineficiente o, simplemente, insalubre.
Hoy, en MásKilos, intentaremos preveniros y daros una serie de consejos para hacer el proceso lo más llevadero posible y sin descuidar el factor más importante, la nutrición.
- Pesarnos de forma frecuente, casi compulsiva. Esto, además de una completa pérdida de tiempo, solo nos traerá quebradero de cabezas, pues nuestro peso corporal oscila dependiendo de muchos factores (anímicos, alimenticios, e incluso ambientales).
- Lo ideal, sería llevar un registro regular: Pesarnos lunes, miércoles y viernes y, de ahí, obtendríamos una media que nos dirá si vamos o no por el buen camino.
- Rebajar drásticamente las calorías suele ser otro error muy común; pasamos de la pizza y los refrescos a la lechuga y el vinagre, y esto, a parte de la obvia deficiencia de nutrientes que nos causa, somete a nuestro organismo a un estrés metabólico que nos puede causar daños a medio-largo plazo. Lo primero que haremos será estructurar una dieta completa en cuanto a nutrientes, y, por su puesto, acorde a nuestro requerimiento energético (2000/2500kcal suele ser lo más normal), obviando fritos, dulces y bollería. Sólo con esto, deberíamos de notar un cambio significativo.
- Si, pese a llevar este tipo de alimentación sana y variada, no perdiésemos peso, podríamos empezar a sustituir los alimentos más calóricos por fruta o verdura, o por alguna fuente de proteina sin grasa (pollo, pescado blanco,…)
- Hacer dieta estricta durante todo el verano es otro fallo que, la obsesión, nos lleva a cometer. En esta cuestión, siempre planteo el mismo supuesto: Si en tu alimentación anterior, basada en comida basura, incluías un día en el que comieses ensalada, ¿notabas pérdida de peso? Pues, en nuestra nueva alimentación equilibrada, por comer un día pizza, o darnos algún capricho, tampoco notaremos absolutamente nada.
- Eliminar por completo los carbohidratos puede ser otro de nuestros males. Si bien es recomendable limitar su consumo, es la fuente preferente para la obtención de energía, sin un consumo moderado, puede que no sintiéramos faltos de fuerzas. Introduce carbohidratos en tu dieta con moderación, y, preferentemente, de fuentes libres de grasa: Patatas cocidas o asadas, pasta o arroz blanco,… Y, preferentemente, en ensalada o condimentado con especias, estas, además de aportar sabor, producen saciedad.
- Llevar una dieta cero grasa es, aunque algunos se echen las manos a la cabeza, lo peor que podemos hacer. El organismo necesita dos nutrientes básicos para subsistir: Proteína y grasa, sin ellos, las deficiencias pueden causarnos serios problemas de salud. No decimos que incluyáis a lo loco grasa en vuestras comidas, simplemente que no la temáis cuando la consumís en un alimento sano. Mucha gente obvia de su alimentación fuentes importantísimas de omega (como el salmón) o de vitaminas (como el cerdo, que es una de las carnes que más vitaminas contiene -cortes limpios, no nos vayamos al tocino-) tan solo por el miedo a la grasa.