Hoy os quiero contar una gran aventura que he vivido esta pasada primavera, ¡y eso que no tuve que ir muy lejos! Fui al Festival 4×4 de Les Comes, al lado de Suria, en Cataluña, en una finca enorme llena de pistas de todos los niveles para recorrer con el todoterreno.
¡Esta es una cita anual para los amantes del off-road que no nos podemos perder! Con una zona de acampada, más de 1.000 coches circulando por allí, y más de 2.000 visitantes, este festival se ha convertido en un referente en Europa.
Vino gente de todas partes, Holandeses, Franceses, Españoles, Austríacos… con todo tipo de vehículos de serie, medianamente preparados, ultrapreparados y de off-road extremo. Además, allí no solo se iba a conducir, si no que también hubo charlas de pilotos del Dakar, exhibiciones de los camiones que corrieron en America del Sur, stands de las marcas de componentes de 4×4 y conciertos por la nocha ¡más no se puede pedir!
Este era mi primer año y estuve con los del Club Pura Vida 4×4, que me acogieron muy bien y me cuidaron mucho. Además, fue genial conocer sus aventuras con el todoterreno y ver cómo habían ido preparando sus vehículos, y me aconsejaban sobre cómo preparar el mío y pasar bien los obstáculos sin romper el coche ¡mil gracias chicos!
Llegué allí el viernes por la tarde y después de plantar la tienda me fui al “banco” a cambiar dinero por “ROCS”, que es la moneda propia del evento, para evitar que los camareros tengan problemas de cambio. Justo detrás de la caja, había un cartel con lo que se podía comprar con esa moneda y… ¡PAM! ¡Un simbolito que me era bastante familiar me entró directo por los ojos! Aunque no había muchas opciones para los celíacos, se podía comer dos platos más las bebidas y los caldos que servían, ya que hacía muchísimo frío. Por la noche llegamos a los -11º centígrados, sí sí, ¡parecía Finlandia!
Aunque había traído comida en la neverita eléctrica para el coche, al día siguiente decidí coger sólo pan, ya que ellos no tenían, e irme al bar a ver qué tenian para acompañarlo. Entré y pregunté, y una chica muy maja me dio unas cuantas lonchas de jamón serrano para hacerme mis bocadillos. ¡Pude hacerme dos! Una vez desayunados, nos preparamos para ir a hacer una pequeña ruta de 2-3 horitas por la finca, que tiene más de 70km de pistas. A mitad de camino, paramos a tomar unas cervecitas de nuestras neveras, y yo pude brindar con los compañeros con una Damm Daura que estaba muy fría y no veas qué bien entraba. Después de la cervecita, reiniciamos la ruta, ya de vuelta hacia la zona de acampada, para ver una exhibición espectacular de 4×4 extremo.
Para comer, me calenté una lata de lentejas a la riojana sin gluten que había comprado en Mercadona, y por la tarde volvimos a salir de ruta. Era temprano, pero yo ya me moría de ganas de ir a probar la butifarra y la cansalada de la cena, aunque lo que me hacía más ilusión era probar el camping gas, ¡que era nuevo! Como dicen, todo lo bueno se hace esperar, y así fue, porqué cuando llegó la noche, después de la charla de algunos pilotos de camión del Dakar, fuimos al ataque y me pedí una butifarra con judias blancas que me zampé en un periquete.
Al día siguiente, cuando nos despertamos estaba todo helado. La verdad es que daba mucha pereza salir del saco, pero había que hacerlo y aprovechar el tiempo. Ese día ya tocaba recoger, así que una vez lo hicimos, dejamos los coches aparcados y cogimos el “autobus” (un vehículo militar restaurado de la segunda guerra mundial) y fuimos a ver las zonas marrones dónde los pilotos ponían a prueba toda su destreza para superar los obstáculos, agujeros y paredes que había que subir para llegar a lo más alto.
Una vez visto todo esto, volvimos al campamento, hicimos una barbacoa con carne y ensaladilla rusa sin gluten, a la que me invitaron los chicos de Pura Vida y, una vez recogida la carpa, ya volvimos de regreso. La aventura había llegado a su fin. Ahora solo quedaba llegar a casa, lavar el coche y la ropa, ¡y a descansar!
Os dejo con un vídeo donde se narra todo lo vivido en aquel estupendo y emocionante fin de semana.