Como os conté en mi primer post, trabajo en Marketing Industrial para una empresa catalana la cual exporta más del 95% de su facturación. Esto significa que para asistir a exposiciones o visitar a nuestros agentes o clientes, a menudo tengo que viajar. Aunque debo confesar que me encanta.
Dondequiera que voy, me llevo una tarjeta u hoja explicando la enfermedad celíaca en el idioma del país al que viajo. Podéis hacer esto con Google Translator, preguntando por ello a la Asociación de Celíacos de ese país o plataformas en línea tales como foros, o incluso a CeliCity.
Por lo general, también me pongo en contacto con el hotel antes de reservar, con el fin de informarles acerca de mis alergias y asegurarme de que tendrán algo sin gluten en el buffet de desayuno. Si me dan desayuno sin gluten reservo y si no, busco otro hotel donde sí que dispongan. En el caso de este viaje y del hotel que reservé, disponían de comida sin gluten así que reservamos. Hasta les pregunté por un tipo de pan específico y lo compraron para mi, ¡Fue perfecto!
Con todo listo, me fuí a una exposición en Alemania durante 8 días. Después de ir al hotel, lo primero que hice fue buscar en la app de Celicity un supermercado donde comprar un poco de comida libre de gluten. Fue magnífico, ya que allí se pueden encontrar alimentos sin gluten en DM, Edeka ó Rewe, todos ellos grandes cadenas con marcas sin gluten e incluso su propia marca blanca sin gluten. Compré algunas galletas y pan porque durante las exposiciones estamos tan centrados en nuestros visitantes que no tenemos ni tiempo para comer. Eso sí, ¡luego hacemos una gran cena!
El segundo día, uno de los visitantes procedentes de la India era celíaco. Uno de mis compañeros le ofreció café y galletas a lo que él explicó que tenía que comerlas sin gluten, por lo que mi compañero me lo contó y yo le ofrecí que eligiera entre los 3 paquetes de galletas que me había comprado. Sin embargo, él entendió que se los estaba dando los 3 paquetes y se los llevó, ¡y me dejó sin galletas! Por supuesto que no me sentó mal, puesto que los celíacos debemos ayudarnos unos a otros, sobretodo cuando estamos en el extranjero. Compré más galletas y ¡Problema resuelto!
A lo largo de los siguientes días, fuimos a diferentes restaurantes alemanes. En algunos de ellos pude elegir y en otros no, pero gracias a uno de mis compañeros que hablaba alemán, pude aclarar las dudas a los camareros y comer correctamente. El único día que no comí lo mismo que los demás fue en una fábrica de cerveza, cuando tuve que comer pato en lugar de codillo de cerdo.
Como podéis ver, los celíacos están en todos los sitios, incluso en Alemania procedentes de la India, y la mayoría de veces pueden comer lo mismo que los no celíacos, sólo tenemos que pedir que se cocine por separado y explicarle a los camareros sobre la importancia de evitar la contaminación cruzada.
Si queréis leer más aventuras de Santi, podéis hacerlo aquí.
¡Esperamos vuestros comentarios contándonos experiencias sin gluten en el extranjero!