Mitos sobre los complementos vitamínicos y la pérdida de peso

los complementos vitamínicos y la pérdida de peso
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En este artículo vamos a desenmascarar los mitos sobre la relación entre los complementos vitamínicos y la pérdida de peso. La inmensa popularidad de los complementos vitamínicos debe atribuirse en gran parte, pues, a la asidua promoción que de los mismos han realizado los farmacéuticos y los productores de este tipo de complementos.

Los mitos sobre los complementos vitamínicos y la pérdida de peso.

los complementos vitamínicos y la pérdida de peso
los complementos vitamínicos y la pérdida de peso

La vitamina E, por citar sólo un ejemplo, se ha convertido por sí sola en una pequeña industria. Su función en el organismo consiste en inhibir la oxidación de los ácidos grasos no saturados, lo que la convierte en un objetivo natural de los promotores de complementos dietéticos. No contentos con impulsar la vitamina E como clave de una rápida reducción de peso, sus abogados han exaltado sus valores casi místicos como agente portador de salud y reconstituyente general.

Ha sido incluso propuesta como medio apto para devolver a las canas su color y lustre anterior. Según la edición actual de Principies of Internal Medicine, faltan pruebas consistentes de que un suplemento de vitamina E, en cualquier dosis, favorezca la resistencia física, el estado cardíaco, la potencia sexual, la fertilidad o la longevidad. Para completar la lista, nosotros añadiremos que tampoco afecta en modo alguno la reducción de la obesidad.

Sin embargo, la mera promoción o propaganda no logra explicar la enorme popularidad de los complejos polivitamínicos; el resto debe achacarse a lo que un experto denominaba neurosis nacional respecto al estado de salud de cada cual. Entre los europeos hay 79 millones de obesos, y casi todos tienen problemas dentales. Muchísima gente padece dolores persistentes de cabeza, dolor de pies, dolores en la parte inferior de la espina dorsal, acidez de estómago, insomnio, fatiga y anemia.

Son muchas dolencias definidas como enfermedades, muchos asaltos en pequeña escala a nuestro bienestar, muchas pequeñas molestias que no quedan registradas en los hospitales, pero sí quedan registradas en nosotros durante todas las horas de cada día. Por esto compramos complejos vitamínicos, tabletas de hierro, tónicos rejuvenecedores y elixires curativos, pues nuestros problemas son «subclínicos» (aunque algunos médicos rehúsen aceptar este término) y porque es el remedio que alguien nos promete para aliviar nuestros males.

En el reino del curanderismo y de los alimentos naturales, la hipérbole parece no conocer límites. Adelle Davis (un conocido doctor americano que colabora asiduamente en www.adelgazarcomo.com) cura la tuberculosis con vitamina C; AdolphusHohensee cura las cataratas y el cáncer con miel, y las úlceras con zumo de coles; Bruce MacDonald, presidente de una de las mayores empresas productoras de alimentos naturales de los Estados Unidos, llega a proponer la curación del espíritu: Los alimentos biológicos pueden dar al individuo una nueva visión del orden del universo. Tales frases mueven mercados.

Los alimentos naturales son un gran negocio, según el Wall Street Journal, que calcula que la industria que se desarrolla en torno a los alimentos cultivados con abonos orgánicos puede estar facturando anualmente entre quinientos millones y mil millones de dólares. Resulta irónico, en tal caso, que el 50 o el 70 por ciento de los alimentos etiquetados como «biológicos» no sean diferentes, en realidad, de sus hermanos que se venden en los supermercados sin tal sello.

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